lunes, 20 de octubre de 2008

EL MIEDO, COSA DE MIEDICABUNDOS

Normalmente escribo jilipolleces, y presiento…mejor dicho, afirmo, que esta vez no haré ninguna excepción. Voy a desprender de mis dedos una sarta de estupideces con la que podría llenar el bolsillo de Doraemon (véase gato azul de cabeza desproporcionada que obsequia con inventos físicamente imposibles, como un gorro equipado con una hélice que te permite volar, a un estudiante desgraciado y negado llamado Novita, nombre que le hunde más en la miseria).


Pues resulta que el otro día, el que día que estás pensando tu no eh, el de la derecha de ese. ¿Ya sabes a cuál me refiero? Bueno, no importa, prosigamos. Resulta que en ese parcial de 24 horas, exactamente en el punto en el que el medidor temporal marcaba las dieciséis horas y quince minutos, un fuerte estruendo azotó los cimientos de mi choza, haciendo tambalear mis cuadros de “el Fary”, de Jesucristo y de la Virgen de los Desamparados e incluso esa estatuita que conseguí en la tómbola en la que se puede apreciar a Benedicto XVI acariciando un ornitorrinco. Los truenos asustan, o eso dicen, porqué a mi no, y la verdad, no se el porqué. Soy más macho que la media, eso está claro, y bajo de mi bragueta guardo dos grandes bolas ovaladas pobladas de abundante pelo negro. Además, mi chulería traspasa los límites de la ficción de Spielberg, llegando a la Tierra Media o incluso al pensamiento de mi bisabuelo Raimundo, el cual pensaba que su perro era una mantícora y que él tenía un su sangre glóbulos verdes.


Bueno, el caso es que el trueno no me asustó. Y reconozco que impresionan, esos flashes de luz esparcidos por la habitación mientras tu casa se tambalea a ritmo del bacalao…¡A mi no me timas Dios! Ya basta de hacer fotos, además seguro que en el monte olimpo las venden baratas eh…apostaría tres pares de secuoyas a que tu cámara es Olympus. El caso es que no me dio miedo el trueno, solo me impresionó. Y ahora pensarás que soy impresionable, pero no, pues una vez vi un trébol de cuatro hojas y no lo cogí, de hecho le prendí fuego, pues si alguien veía esa aberración de la naturaleza podría tener ataques epilépticos, y no es empezar a hablar como Epi…¿Cuánto son uno más uno Blas? ¡No me refiero a eso, no seas cenutrio eh! Me refiero a los chungos esos que le dan a los chinos mientras ven Pokemon.


Yo soy más hombre que todos ustedes y parte de los que no se den por aludidos, pues pueden no reconocerse como ustedes, por ejemplo, si son seres que ocupan un cuerpo ajeno, a los cuales aludiría si dijese no-ustedes, pero como lo estáis deseando –eh pillines-pues no lo diré.


Me voy al ritmo de cangrejo. ¡Soida! (los cangrejos van hacia atrás, pues yo escribo al revés).

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